V. Fernández
No hay un club tan alejado de sentirse vinculado a una mascota que el Sevilla. Con un poco de suerte, el concurso abierto para la presentación de proyectos quedará desierto. Supongo que esta última genialidad nace del aburrimiento veraniego, que da tanto para montar un viaje a unas cabañas de Tailandia, para vivir experiencias inolvidables en un paracaídas, como para crear un muñequito que se pasee en las previas de los partidos por el Sánchez-Pizjuán. Hay que estar muy alejado de la forma de ser del sevillista para inventar algo que va camino del fracaso. Hace unos años, el club puso en marcha un adefesio bajo el nombre de Locco. ¿Se acuerda alguien?
Como la tarde es larga y el calor impide otras actividades, a uno se le ocurren varias ideas. Un león por aquello de "León de San Fernando", aunque Monchi también podría ceder la imagen de sus perritas. Aquel sombrero que DN paseó por la competición de Copa. Si lo pintan de rojo y le ponen unas piernecitas puede quedar bien. Si hay que buscar algún animalito que se vincule con la Utrera de Caparrós y Pepe Castro pueden acudir al loro del hermano Rafael Sierra. Sin dejar pasar algo tan tópico como darle vida al escudo a modo de dibujito animado. Una especia a Bob Esponja. Si por algo se define la afición del Sevilla es por llevar a gala su carácter desagradable, algo que aplaudo. Al sevillista no le gusta caer bien, ni ser gracioso, ni ir al estadio a disfrutar. Lo que le gusta es ganar y, si no lo hace, el cabreo se llevará por delante hasta a la mascota. El escudo, su estadio y ese maravilloso himno del Centenario son suficientes señas de identidad que desprenden grandeza y sentimiento.