Equipos que se encierran y llegan una vez y te la cuelan. Ese partido lo he visto muchas veces. Existe desde que el fútbol es fútbol. Le pasa a todos los equipos. De 10 partidos así, 9 los ganaría el Sevilla. Tuvieron la genialidad del gol (y la mala colocación de Vaclik). Un arbitro que les pitaba faltitas inexistentes interrumpiendo el juego constantemente. Para colmo sin público en las gradas metiendo presión.
Me considero un sevillista exigente, pero creo que a veces se nos va la olla. Disparamos contra todo lo que se mueve: Lopetegui, Escudero, De Jong, En Nesyri, Suso, el Mudo...
Un partido así le pasa a cualquiera y no hay que hacer demasiada sangre. Es verdad que hay que señalar los defectos, pero con serenidad, por favor, no con el puñal entre los dientes.
Defectos, efectivamente, como una circulación demasiado lenta del Balón. Hay un lance que es un ejemplo de esa actitud: Diego Carlos se para un rato con el balón pensando a ver a quién se la echa, para terminar dándosela al compañero más cercano. A ese ritmo no hay manera de sorprender a un rival cerrado. El Sevilla fue muy académico y, si no nos marcan en una jugada aislada, probablemente habría bastado para llevarse el partido. Pero anoche, tras el gol del Valladolid, había que arriesgar más.
La delantera, efectivamente, no tiene la calidad de otros años. Pero si todas las temporadas te deshaces de tus mejores delanteros, al final estás condenado a que te pase esto.
Y por último, preocupación por el cansancio. Se vio claro en el caso de Fernando. Si está bien no pierde un solo duelo. Pide descanso a gritos o se romperá como antes del parón.