Dedos de nabo se había quedado soltero hacía poco y esto nos estaba causando problemas a todos los de su alrededor.
Los problemas venían, principalmente, porque sus artes de apareamiento se habían quedado en ese eslabón perdido entre el mono y el homo sapiens. Podría extenderme largamente pero resumiré todo compartiendo su frase preferida para "romper el hielo":
-Niña, tengo un zaco de limones en la mesilla de noche.
-¿Para qué?
-Pa quitarte la cara de gusto cuando te coma er coño.
Esto podía soltarlo a los dos minutos de haber conocido a la fémina en cuestión y he de decir que el ratio de guantazos era sorprendentemente bajo para lo que merecía.
El caso es que una noche me pidió que lo acompañara a una disco de un pueblo cercano ya que un amigo nuestro había comenzado a trabajar allí de camarero y le había prometido alguna copa y dedos de nabo no rechazaba algo gratis jamás.
Allí nos fuimos ya entrada la madrugada.
Cuando llegamos comenzamos a hacer lo que nos gustaba llamar "tentaeros". Nos apoyábamos en una zona alta del local, divisábamos a dos lugareñas de buen ver, bajábamos cerca de ellas, dedos de nabo se ponía a contorsionarse y a echar miradas asesinas a los potrillos de alrededor y cuando ya habíamos separado de la manada a las hembras, yo tenía que hablarles porque el otro interlocutor no estaba para diplomacias.
Aquel día la cosa estaba bastante floja, eran Carnavales y la gente se había ido por ahí a otras fiestas e incluso algunos de los parroquianos iban disfrazados, algo que no ayudaba a la labor de tentaeros, por lo que me fui directamente a sentarme a la barra a hablar con nuestro amigo, ya que estaban medio recogiendo la barra para cerrar y estaba algo más tranquilo.
Dedos de nabo se quedó dando vueltas solo.
No llevaría media hora hablando con mi estimado amigo cuando dedos de nabo me acerca su aliento a JB al oído y me dice:
-No te de la vuerta cabesa. Hemo ligao.
Entre el olor a borracho y lo que significaba esa frase se me pusieron los pelos de punta.
Dedos de nabo era conocido por tener un gusto particular y por coincidir poco sus adjetivos describiendo a sus amantes con la realidad final de las mismas.
Pero ahí no acababa la cosa.
-Le je contao una mintirijilla. Le je dicho que somo guardia sivile y que estamo destinao en Pamplona y que no vamo mañana pa allá.
Mi cuello no podía ya soportar mi cabeza.
-Date la vuerta, la mía e la der pantalón blanco.
Como si fuera Melendi en la Voz, empecé lentamente a dar la vuelta en el asiento giratorio de la barra deseando que no hubiera nadie al terminar el giro, pero no hubo suerte. Delante mía, dos pobres chicas con lo justo para hablar y no caerse, con flequillo planchado y rizos, lentejuelas y vaqueros que, probablemente, Amancio Ortega había diseñado para otra morfología corporal distinta.
-Buena noshe, agente -dijo la del pantalón blanco.
Imagino que si alguien estaba viendo mi cara desde fuera creería que esa chica me había comunicado la muerte de un ser querido.
-Le je contao que no vamo mañana (codazo) -la sutileza tampoco era una de las características de dedos de nabo- y no jan invitao a zu casa a tomarno argo, que ya van a cerrá.
Miré hacía atrás buscando la complicidad de mi amigo el camarero, él sabía por lo que estaba pasando porque lo había vivido en primera persona alguna vez y el muy cabrón solo dijo "pasadlo bien".
Nos montamos en mi coche, la chica que se suponía que "me había tocado" se sentó en el copiloto y mientras mi amigo y su amiga se manoseaban detrás.
Llegamos al bloque. Un octavo. Dos habitaciones.
Nos sentamos los 4 en el salón. Nos pusieron una copa a cada uno.
No llevaríamos ni 10 minutos y la chica del pantalón blanco le dijo a dedos de nabo "te voy a enseñar la casa". Como si estuviéramos en el Prado y no en un piso de 60 metros cuadrados con terrazo y gotelé.
Por supuesto el tour empezó y acabó en la habitación de la susodicha y yo me quedé en una "comodísima" situación con la amiga.
Yo estaba en un sofa de dos plazas junto a la chica:
-Mujer, me voy a poner en este otro sofá que estamos como latas de sardinas.
-No hase farta, agente, así no me pasa ná.
(Como si te fuera a pasar algo).
El silencio en el sofá era atronador, acompañado de los cuchicheos de dedos de nabo y la susodicha en la habitación de al lado.
De pronto me di cuenta, mi salvación. Era la final del Falla, de aquellas que duraban hasta bien entrada la madrugada. Yo no soy especialmente amante de los Carnavales, sí me gusta escuchar las 3/4 agrupaciones mejores de cada año pero no me he visto una final entera en mi vida.
-Coño, ¡La final del Falla!
La cara de la muchacha era un poema.
Yo hacía tiempo. Mira este ganó el año pasado. ¡Qué letra! Qué buen tipo llevan este año.
La muchacha veía que se le escapa la oportunidad y que en un rato me tenía que volver a Pamplona (je) e hizo dos amagues de sentarse al lado.
La situación estaba pasando de bizarra a dar auténtica pena, pero entonces me acordé de un detalle, sonreí y supe que a la noche le quedaba poca mecha.
Y entonces, el alarido.
-¡Me cagontumuerto!
Esa frase becqueriana no podía haberla soltado otra persona que mi amigo dedos de nabo.
Medio a vestir, con los vaqueros bajados y metiéndose la camisa por dentro apareció el susodicho por la puerta del salón. Yo sonreía, no era la primera vez que nos íbamos corriendo de algún lado después de una actuación de este tipo con una muchacha:
-Ha sido un placer, muchísimas gracias por la hospitalidad. No te pierdas la próxima agrupación que es buenísima.
La muchacha parecía que estaba viendo una película de Buñuel, uno con la cara colorá vistiéndose, su amiga gritando desde la habitación y otro recomendando agrupaciones de carnaval.
La puerta del piso daba justo a la puerta del ascensor. Recordemos que era un octavo, por lo que durante un largo minuto tuvimos que aguantar a la chica del vaquero blanco con medio sujetador por poner y descalza soltarnos improperios desde la puerta, por casualidad todos acababan en -ón.
Nos metimos en el ascensor, no sin antes soltar dedos de nabo un "a mamarla" con esa voz sedosa que le caracteriza.
-Los puntos, ¿Verdad?
-Lo muerto la tía, mira que la disho que con cuidao.
Dos semanas antes dedos de nabo se había operado del frenillo y tenía el nabo, según sus palabras "como un zaco pienso".
En su cabeza sonaba espectacular y le había pedido a una chica borracha y con prisas por la pronta marcha de su amante a Pamplona que le hiciera una gayola delicadamente y ésta, que delicado solo parecía tener el suavizante de la ropa, le había echado el pellejo pa atrás como si quisiera abrir un paraguas en una lluviosa noche de marzo.
-No te preocupes, que te lo miren mañana en la casa cuartel.
-Tu muerto, amono pa caza ya.